martes, 11 de febrero de 2020

José Asunción Silva, El primer Canario, Balcones del Sur/ Poesía del Hogar


¿se acuerdan de nuestra jornada de lectura, en mayo del año pasado en torno a Alfonsina Storni? (Pueden visitar la entrada haciendo clic aquí)  Lalo, en 2016 hizo murales en torno a los poetas,  en mayo de 2019, dedicamos el día a Alfonsina. Antier, regresamos, esta vez, Lalo, Camilo, Karen, Aby y yo, a leer a otro poeta, algunos, como Fernando Vallejo, dicen que es el más grande de Colombia, el billete de 5mil pesos colombianos ha llevado su rostro y su nombre por casi treinta años. En Balcones del sur, una calle lleva su nombre. En la intersección de la calle Mario Benedetti con Silva, nos instalamos desde las diez y media de la mañana, bajo una carpa blanca y una mesa roja de puntos blancos, con crayolas, calcomanías, tendedero con mapas, planos, fotos e ilustraciones en torno a Colombia, a una Bogotá del siglo XIX, que pasó de pueblo entre las nubes hasta la segunda capital más grande de Latinoamérica. Un día dedicado a José Asunción Silva.

Editamos un fragmento del poema: "El primer canario"/Poesía del Hogar, contenido en un fajo de manuscritos que el poeta regaló a su mejor amiga, Paquita, pensando que le entregaba no sólo su escritura juvenil sino su propia infancia. 

Lalo pintaba, paralelamente al taller, un mural. Se extendía un ave amarilla, rodeada de montañas que tenían dentro árboles, que en realidad, representan a los 40 árboles de los 40 libros impresos para esa mañana que pronto se convirtió en la tarde. Primero llegaron tímidos algunos vecinos, luego se sumaron más niños y fuimos integrando un taller con varias voces, con muchas dudas, risas, con alegrías. Primero, comenzamos pintando jaulas, doradas, amarillas fluorescentes, pájaros y flores de muchos colores. Hablamos sobre la bandera de Colombia, sobre su lugar en el mapa, abrazado de dos océanos que configuran su clima y hasta su destino. Lo mucho que nos parecemos, México y Colombia. Hablamos de la ciudad que vio nacer y morir a Silva. De sus viajes, de sus apodos desde niño "José Presunción Silva". Su pasión como traductor y también como poeta, hasta el último de sus días. Así, leímos El primer canario. Las notas que le salen a las aves del corazón y de todo el cuerpo, lo que miran, y hasta lo que piensan mientras encerrados, miran a las parejas pasar por el horizonte azul, el de las nubes bogotanas que parece que chocan con las montañas y forman nueva flora y nueva fauna. 

Jugamos en torno al poema de Silva, imaginamos e ilustramos, de muchos colores y de formas muy distintas, cada uno de los libros. Decoramos las tapas, nos tomamos una foto abrazando nuestro libro, las familias completas y las de los niños que iban y venían del libro al mural y del mural a las sonrisas. Nos preguntamos, de dónde venimos, en qué calle vivimos. Todos vivimos en calles con nombres de poetas. "Yo no sabía que vivía en la calle de una poeta""Sabían que aserrín  aserrán los maderos de San Juan, lo escribió Silva?" "¿podemos buscar más en internet?" Claro, podemos. 

Son poquitas las calles en el mundo, que al escribir su nombre en google, aparezcan poemas. En Balcones siempre pasará. Estamos felices de celebrar a Asunción Silva, en la calle de Asunción  Silva. De leerlo, de conocer su rostro. De poder compartir la bella ilustración que Zaira C nos regaló de él, después que la conocimos leyendo a Miguel Hernández, en su pueblo en Veracruz. Porque leer es compartir y en Tegus, creemos que podemos habitar este mundo sin importar el lugar donde hayamos nacido o donde estemos viviendo, porque esta lectura no sólo nos hermana sino, nos hace cohabitar un espacio que se llama libro o que se llama poema, así dure un verso o dos horas. Y así, mientras Lalo terminaba el mural, aparecieron tres hermanas felices de vernos y de re encontrarnos. Estuvieron hace meses en el taller, leyendo a Alfonsina Storni y ahora querían leer a Silva. Uno de los padres de familia que acompañaron a sus hijos al taller, nos ofreció su muro, para hacer taller y mural de un gran poeta: Borges en la calle de Borges. Ya les diremos pronto cuándo ocurre.

No podemos ser más felices y tener el corazón más lleno, por este taller que habíamos soñado por tanto tiempo. Gracias a Silva, al primer canario y a la poesía del hogar, a los asistentes, a la ilustradora Zaira, a Lalo y su mural, a Camilo por ser el consejo editorial para este día, a Aby por editar el libro, a Karen por su mediación y su entusiasmo. Gracias a Neftalí por la carpa, que fue como un milagro contra el sol que no pudo vencernos, a la mamá de Lalo, Rafa, por llevarnos unos tacos deliciosos al final de la jornada. A la casa de cultura Aquiles Córdova por la mesa que sostuvo los libros y las crayolas y estuvo difundiendo el taller en una bocina por la calle.

La vida nos abraza y nos regala poemas que nos cubren del sol y del tiempo, leer y compartir lectura, nos llena el corazón y esperamos que siempre sea posible compartir y conocer más calles con más nombres de poetas en esta colonia y en el resto del mundo.

Atte, Tegus el toro poético imaginario.